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Me tienes en tus manos

¡Bienvenidos pasajeros! La publicación de hoy será quizá la más breve de toda esta sección, al menos hasta el momento, pero es respuesta a una pregunta reciente. Sólo tres veces he cubierto un poema en Navegante del Clío, y las tres ocasiones han sido en inglés. No es mi género preferido, pero creo necesario incorporar también la riqueza de la poesía en español, mexicana de preferencia, pues creo que se presta mucho más a la melodía lírica que el inglés.


Revisando viejos poemarios, consideré inclinarme por uno de los clásicos, quizá una de las que otrora fueron lecturas obligadas cuando la declamación era tomada en serio por el modelo educativo, y en esa búsqueda me encontré con una breve pieza, de diecinueve versos, compuesta por el chiapaneco Jaime Sabines. Ignoro la recepción, sólo sé que no es su poema más conocido, pero tuvo mucha resonancia conmigo.


No desglosaré su estructura, pues Sabines como autor es conocido por sus esfuerzos por impulsar el verso libre, sin apegarse a estructuras clásicas, pero puedo decir que, pese a la diferencia notoria en el conteo de sílabas, la métrica es cuidada con una precisión casi milimétrica, resultando en una obra muy lírica, que anexo a continuación.


Me tienes en tus manos

y me lees lo mismo que un libro.

Sabes lo que yo ignoro

y me dices las cosas que no me digo.

Me aprendo en ti más que en mi mismo.

Eres como un milagro de todas horas,

como un dolor sin sitio.

Si no fueras mujer fueras mi amigo.

A veces quiero hablarte de mujeres

que a un lado tuyo persigo.

Eres como el perdón

y yo soy como tu hijo.

¿Qué buenos ojos tienes cuando estás conmigo?

¡Qué distante te haces y qué ausente

cuando a la soledad te sacrifico!

Dulce como tu nombre, como un higo,

me esperas en tu amor hasta que arribo.

Tú eres como mi casa,

eres como mi muerte, amor mío.



Desde el punto de vista narrativo, nos encontramos ante una declaración de rendición absoluta ante el amor, el objeto del deseo del poeta ha llegado a dominar todos los aspectos de su vida. La comparación con la muerte no es trágica, sino romántica, pues los rasgos que el amor y la muerte (los dos temas principales del poeta, en conjunto con la soledad) comparten son la totalidad y la inevitabilidad, casi como una predestinación. No es un poema lujurioso, sino de una complementación profunda, de conexión espiritual entre los dos almas retratadas.


Sin embargo, lo que hizo que el poema resonara tanto conmigo, y dónde creo que encuentra su mayor fuerza, en parte porque me recuerda a mi propia relación, son los primeros cinco versos, que se cuentan entre los más bellos que he leído. Para todos nosotros, pero sobre todo aquellos que lidiamos con miedo, ansiedad e inseguridad, es muy difícil vernos a nosotros mismos, y representarnos sin juzgarnos. Para nosotros, un amor que sirva de espejo, no para desdibujarnos y rearmarnos a su conveniencia, sino para servir de brújula y guía para encontrar nuestro propio sentido, es algo invaluable. Yo sin duda estoy agradecido por el mío, a quien dedico la publicación de hoy.




Hasta el próximo encuentro...


Navegante del Clío

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