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Monsters, Inc.

¡Bienvenidos pasajeros! Siguiendo con nuestra celebración de aniversario, si ayer compartí con ustedes el libro que me motivó a ser escritor, hoy decidí escribir de la película de la que, hasta dónde recuerdo, hice mi primer esbozo de crítica cinematográfica.


Escrita por Andrew Stanton y Daniel Gerson, bajo la dirección de Pete Docter, la cinta de 2001 está protagonizada por John Goodman (Sulley), Billy Crystal (Mike), Mary Gibbs (Boo), Steve Buscemi (Randall), James Coburn (Waternoose), Jennifer Tilly (Celia), Bob Peterson (Roz), Frank Oz (Fungus), Bonnie Hunt (Flint) y John Ratzenberger (Yeti). Un éxito abrumador en taquilla, también gozó de excelente recepción crítica y fue nominada a cuatro premios Oscar, de los cuales ganó Mejor canción.


No creo que sea necesario recordar la sinopsis de la película, pues el clásico de Pixar es una de las cintas más vistas por mi generación. Recuerdo haber asistido a más de una fiesta con temática de la película, las figuras de los personajes conformaron una de mis primeras colecciones de juguetes, y es posible que haya quemado la cinta de VHS de tanto que la vi. ¿Cuál es la clave del éxito de la película? En primer lugar, creo que de todo el repertorio del estudio, es el que tiene el concepto más original, no sé quién tuvo la idea de darle trasfondo y motivación al cliché del monstruo en el ropero, pero me parece brillante. Asimismo, la especialidad de Pixar de tomar dos personajes contrastantes y construir una amistad alrededor de ellos encuentra aquí una de sus mejores ejecuciones: la dinámica entre Sully y Mike es el corazón de la cinta, gracias a la química de los actores y un excelente sentido del humor (es quizá la película más divertida de mi infancia), que hace maravillas para mantener el ritmo narrativo, balanceando los chistes con tensión, intriga e incluso un par de giros de trama.


Hace un par de años circuló en internet un meme que afirmaba que Monsters Inc. era propaganda comunista, y aunque a esa afirmación le falta mucha sutileza, y temáticamente es más rica que eso, pues toca discusiones como la paternidad, la importancia de la empatía y los prejuicios, sí es de las primeras películas familiares en las que recuerdo que gran mayor parte del sentido del humor está orientado al trabajo, y que el plan de los villanos es una fuerte y explícita crítica a la indiferencia del capitalismo ante la explotación y el sufrimiento humanos cuando se trata de maximizar ganancias. Puesto que el detonante de la trama es una crisis energética, independientemente del contexto de producción, que desconozco, creo que sería interesante revisitar la historia desde una mirada ambientalista, pues la pregunta de si vale la pena el costo de continuar con un modelo de producción obsoleto, desdeñando técnicas potencialmente más efectivas (y mejor aún, menos perjudiciales) es una conversación pertinente.


La construcción de mundo es otro de los puntos fuertes de la película: tanto el mundo como la compañía tienen un diseño muy creativo, que juega con las reglas del universo con resultados tanto cómicos como dramáticos, y no hay mejor ejemplo de eso que la secuencia climática en el riel de las puertas, que funciona a partes iguales como escena de acción y como recapitulación de los elementos narrativos introducidos. Aunque son relativamente pocas las locaciones utilizadas (el departamento, el restaurante, la cueva ártica, la empresa); ésta última se percibe como inmensa, en la práctica un microcosmos con secciones claramente diferenciables por el excelente diseño de producción (se nota en qué secciones de la compañía hay más inversión por el uso de color, la antigüedad de las herramientas e incluso la antigüedad del polvo).


Cierro comentando brevemente los elementos que me llamaron la atención desde niño, que descubrí por primera vez viendo esta película, y que formaron un interés temprano no sólo en conversar sobre cine, sino en aprender sobre su realización. El primero es la presencia de material incluido en la edición de casa; aunque el formato VHS era mucho más limitado que el DVD, la cinta incluía el cortometraje “el auto nuevo de Mike” y por alguna razón el ver un mundo expandirse sin necesidad de una secuela completa me pareció maravilloso.


Una de mis dudas iniciales al ver la película era por qué siempre lloraba con el final, cuando podía resistir momentos más dramáticos en otras películas, incluso aquellas “para adultos”. Tardé un poco en encontrar la respuesta, pero fue la primera vez que me volví consciente del poder de la música para realzar una narrativa: Randy Newman no sólo da más poder a una desgarradora escena de despedida con su banda sonora, sino que marca el tono de la cinta desde el principio, dándole personalidad a un intro que nunca quería saltar pese a tener un estilo de animación distinto, ningún personaje y créditos iniciales presentados de una forma divertida.


El otro aspecto que me cautivó siendo niño, y que incluso de adulto continúa siendo mi principal preocupación como narrador, es el saber cómo volver memorables a los personajes. Los arcos dramáticos, el diálogo y la personalidad son factores fundamentales, pero sobre todo en los medios visuales el diseño es creo yo la pieza clave. El concepto central de la película permite que cada personaje sea único, radicalmente diferentes unos de otros, y una de mis primeras discusiones cinematográficas versaba sobre cómo el aspecto físico de cada monstruo informaba sobre su personalidad. Incluso más allá de eso, en Monsters Inc. fue donde aprecié por primera vez la complejidad que implica hacer una película, pues fue una de las instancias tempranas donde noté la atención al detalle y la complejidad de la animación, pues el cabello, las escamas y los elementos viscosos de cada monstruo tenían un estilo distintivo y muy pulido, ninguna superficie era plana.


Monsters Inc. fue durante un tiempo mi pelicula favorita, y es de los primeros ejemplos que se me ocurren en cine de mi tendencia a investigar todos los aspectos posibles de un tema que me interese. Quizá influido por los “bloopers” que acompañan a los créditos de cierre, que las primeras veces que vi la película no entendí fueron animados adrede (de alguna manera, caí en el juego de imaginar que los personajes animados eran actores capaces de arruinar tomas y olvidar líneas), investigué sobre el proceso de realización de la película en una época donde el acceso a internet no era tan inmediato, menos para un niño, y estoy seguro que el primer especial detrás de cámaras que vi en mi vida, en un DVD que me prestó una prima, fue de ésta cinta. Hasta mi interés temprano por la historia y la cultura tiene una conexión tangencial con la cinta, pues recuerdo que uno de mis primeros momentos de orgullo fue el día en que pude identificar todos los países que los personajes visitan de forma breve en el tercer acto.


Me despido con una coincidencia curiosa, sobre la que no había reflexionado hasta que me senté a escribir esta publicación, es que el chiste que siempre me dio más risa de toda la cinta, que regresa en los créditos para convertirse en la última toma de toda la película, gira alrededor del musical como concepto. No es más que un elemento superficial, casi anecdótico de la historia, que no tiene grandes aportaciones a la trama, pero por alguna razón conectó conmigo. Quizá estaba predestinado que el musical fuera mi gran pasión.






Hasta el próximo encuentro…


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