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Operación regalo

¡Bienvenidos pasajeros! Aún no sé si me tomaré un descanso para las fiestas, por lo que decidí tomar medidas preventivas. En este primer miércoles decembrino, quiero hablar un poco de una de mis películas navideñas favoritas, tan poco apreciada que al día de hoy es casi imposible encontrar en un servicio de "streaming".


Una coproducción de Sony Animation con Aardman, la cinta de 2011 es dirigida por Sarah Smith, quien coescribe el guion con Peter Baynham. La película gozó de una excelente recepción crítica, pero su desempeño en taquilla fue mediocre y fue en su mayor parte ignorada en la temporada de premios, si bien ha ganado una reputación de culto en la década desde su estreno. El talento vocal incluye a James McAvoy (Arthur Christmas), Hugh Laurie (Steve Claus), Bill Nighy (Grandsanta), Ashley Jensen (Bryony), Jim Broadbent (Malcolm Claus), Imelda Staunton (Margaret Claus), Marc Wootton (Peter), Ramona Marquez (Gwen Hines) Eva Longoria (De Silva) y Laura Linney (Computadora).


Reinventando el rol de Santa Claus como un negocio familiar, la película sigue al hijo menor del actual Papá Noel; Arthur, quien desea preservar la tradición navideña. Cuando su padre y su hermano mayor olvidan entregar un regalo, el joven toma iniciativa y huye con su abuelo retirado para rectificar el error. Sin duda, el elemento que más me gusta de esta película es el concepto, pues permite no sólo explorar dinámicas familiares en el corazón de la cinta, sino hacer un comentario temático importante pues al equiparar el Polo Norte como una gran empresa se hace una crítica no tan sutil a la falta de empatía corporativa, la microgestión y la dependencia de la tecnología, entre otros temas.


El grupo central de personajes es muy carismático, y aunque Ms. Claus se queda un poco corta en cuestión de caracterización, los cuatro hombres de la familia se benefician de una excelente deconstrucción psicológica, con varias capas, ayudados por un excelente diseño de personaje. Arthur es un gran protagonista para una aventura familiar, pues su optimismo es infeccioso, pero su ingenuidad deja mucho lugar para crecer; mientras que el personaje de Grandsanta (Nighy) es posiblemente el más divertido de toda la cinta, con una subtrama sorprendentemente emotiva. En el sentido de los personajes, creo que fue un gran acierto de la película no retratar ni a Steve ni a Malcolm como villanos tradicionales, sino como personas reales erradas en sus prioridades. En particular el personaje de Steve, muy bien interpretado por Laurie, se eleva como el más interesante de la cinta, un heredero que realmente no siente la vocación por el negocio familiar, pero que se siente a partes iguales obligado a tener la responsabilidad y merecedor del estatus. Teniendo la figura de Santa Claus un estatus legendario a nivel global, me pareció el vehículo perfecto para explorar de manera metafórica las expectativas familiares y los ciclos de conflicto incluso en familias bienintencionadas, resultando en un clímax tan maduro como emotivo.


Durando poco más de hora y media, la cinta tiene un ritmo vertiginoso, sobre todo en un segundo acto que vuela alrededor del mundo en un compendio incesante de escenas de acción, pero aún así la película logra que los momentos emocionales tengan impacto, gracias a un buen trabajo de balancear varias perspectivas, evitando que el viaje de Arthur se perciba como repetitivo. Además de un genuino interés por crear un clásico navideño, la clave del éxito de la película radica en el humor, que combina de forma experta aquellos chistes dedicados más a un público infantil (sobre todo comedia física), con aquellos destinados a un público adulto, colocados de una manera sutil pero efectiva. Aunque la familia Claus es el foco de la trama, y una subtrama militar secuestra la segunda mitad de la película, no se debe menospreciar el rol de los elfos para proporcionar inyecciones de energía, pues su rol es hilarante desde su misma concepción (en división excesivamente complejas como en un gran conglomerado) y tendencia a los arranques de pánico, con un puñado que destaca por su diseño, su acento o su personalidad, con Bryony el personaje más infravalorado de la película, pues sus dotes cómicas vuelven fácil ignorar su rol como extraña brújula moral.


La animación, aunque hecha totalmente por computadora, aún recuerda el estilo clásico de Aardman (stop-motion, con muñecos de plastilina) lo suficiente para que, pese a la fluidez de los movimientos y lo moderno del diseño de producción, a un nivel expresivo y emocional retenga cierta aura clásica, incluso atemporal, que me parece ha permitido que el cariño la película haya crecido con los años. De alguna manera, Operación Regalo logra ser a la vez nostálgica y contemporánea, hogareña y futurista, extravagante y sencilla, resultando en una bizarra combinación que le garantizará su futuro como clásico decembrino, si sobrevive a las terribles prácticas empresariales de Hollywood.





Hasta el próximo encuentro....


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