Otra vuelta de tuerca
- raulgr98
- 1 oct 2024
- 4 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Comenzando la temporada de sustos, este año no dedicaré la totalidad del mes a historias de miedo, sólo la primera y última semanas, pero deseo comenzar con la que es considerada una de las mejores historias de fantasmas de todos los tiempos, cuyo título a pasado a ser sinónimo de revelaciones inesperadas en ficción.
En lo que se convertiría en uno de los arquetipos fundamentales del terror gótico, la novela corta sigue la historia de una institutriz que, tras serle encomendada la crianza de dos niños en una casa aislada, en el campo, comienza a detectar ocurrencias extrañas. De esta manera, la obra se convierte no sólo en una historia de miedo, sino que incorpora elementos de suspenso con una serie de misterios bien construidos (¿por qué el niño fue expulsado del colegio? ¿cómo murió la institutriz anterior?, entre otros?).
El estilo es a la vez ágil (sólo son veinticuatro capítulos, más un prólogo) y reflexivo, con mucho tiempo dedicado a la introspección de la narradora y la observación de Bly, el espacio donde transcurre la historia, un espacio genial para este tipo de historias gracias a que su extensión permite un perpetuo sentimiento de soledad. De hecho, es de la habilidad de James de la descripción de donde surge el triunfo atmosférico de la obra: las apariciones no son violentas (ni siquiera son grotescas, por el contrario, se distinguen por su mundanidad), y poco interactúan con los personajes hasta las últimas páginas. Por el contrario, los sustos consisten en el uso de la lejanía, movimientos inexplicables, huecos en la memoria y otras pistas sutiles que afectan psicológicamente a la narradora y, a través de ella, al lector.
Aunque es la anónima narradora quien recibe la caracterización más compleja, y mucho del trasfondo del resto de los personajes permanece en la ambigüedad, hay elementos temáticos muy interesantes en el grupo: el tío ausente, sin ningún interés por la educación de sus tutorados, se puede interpretar como una crítica al estilo de crianza de la era victoriana, y su contraste con la prejuiciosa pero bienintencionada señora Grose (el ama de llaves) tiene connotaciones de un conflicto de clases (al hecho de que que los padres de los niños murieran en la India se le han dado lecturas poscoloniales recientemente). y en general la atracción prohibida entre personas de distinta clase (institutriz-tío, Jessel-Quint) es un elemento constante de la trama. En ese mismo sentido, me parece muy interesante que, aunque la naturaleza de sus acciones nunca es explícita, caracterizar a los niños no como seres inocentes, sino con claroscuros morales, fue una innovación muy controvertida en la época.
El final, que para muchos puede parecer abrupto, me parece sensacional. No sólo logra el efecto deseado de perturbar al lector, sino que (al partir de presunciones y saltos de lógica por parte de la narradora), obliga a quien interactúa con la narrativa a replantearse toda la novela, pues pone en duda no sólo las motivaciones de los fantasmas, sino su mera existencia. La institutriz es una narradora no confiable, y sus fallas tanto de memoria como de racionalización, planteadas desde un inicio como algo inocuo, aportan suficiente evidencia para argumentar un problema de salud mental, y quizá un acto criminal en las últimas páginas. En ese sentido, creo que es fundamental para el éxito de la novela el prólogo, que enmarca la historia como un testimonio escrito leído por otro personaje a sus amigos, años después de la muerte de la institutriz. Este inicio no sólo construye una gran atmósfera al remitir a historias clásicas de miedo (un grupo cuenta historias de fantasmas alrededor del fuego); sino que le impide a la narradora ser cuestionada: el testimonio escrito es más creíble al estar asentado de forma material, pero paradójicamente es uno al que no se puede interpelar ni expandir, y menos aún ofrecer otras perspectivas.
Concluyo con el que es probablemente la lectura más interesante de la novela después de la exploración psicoanalítica de la narradora, y es que Otra Vuelta de Tuerca es un libro sorprendentemente sexual: además de las dos relaciones prohibidas que mencioné anteriormente (la segunda de las cuales posiblemente se concretó de manera física, de ahí el rechazo temático hacia los fantasmas), algunos de los pasajes más memorables están rodeados de símbolos fálicos y la protagonista es, en una época pre feminista, poco convencional. Las relaciones de poder y cómo influye la sexualidad en estas es un elemento muy interesante y núcleo de la exploración de James, de dónde surgen algunas preguntas interesantes a debatir (¿Quint sedujo a Jessel o fue al revés?), pues atracción físico-sexual y autoridad confluyen en las dinámicas de la historia: Grose no posee ninguno, lo que la vuelve casi invisible como personaje, la atracción de la narradora hacia el tío de los niños es el elemento distintivo de su relación, y en dos ocasiones diferentes, esta misma institutriz es objeto del deseo y afecto de dos hombres menores que ella ¿es la diferencia de edad, su posición de autoridad como institutriz, o una actitud sexualmente sugerente por parte de ella? La respuesta podría ser cualquiera de las tres, pero creo que es importante para comprender la obra de James entender que en ningún punto de la historia hay una relación de iguales, hay múltiples mecanismos de manipulación, lo que contribuye a la ambigüedad de la historia.
¿Estamos ante los desvaríos de una enferma mental o los fantasmas de Bly son reales? Eso le corresponderá a los lectores decidir, pero la obra de James, un cruce entre la locura de los personajes de Poe y el mundo aristocrático de Austen, es la obra de fantasmas fundamental de la literatura inglesa.
Título original: The turn of the screw
Autor: Henry James
Año de publicación: 1898
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
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