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Paperman

¡Bienvenidos pasajeros! ¿Han conocido alguna vez una persona que descubre o logra construir algo hermoso y valioso, pero por algún motivo no consigue sacarle provecho, o a veces ni siquiera valorarlo? En este mundo capitalista del entretenimiento, no es imposible que una gran corporación respalde una verdadera obra de arte, pero cuando esta no se ajusta a los estándares imposibles de sus márgenes de ganancia, queda relevado al olvido, sin importar su valor.


Ese es el caso del cortometraje del que deseo hablar hoy. Dirigido por John Kahrs, y escrito por Clio Chiang y Kendelle Hoyer, el corto de 2012 tardó muchos años en entrar en producción, y sólo se financió para llenar un hueco en el cronograma de trabajo del estudio. Bien recibida por la crítica, ganó el Oscar al Mejor Cortometraje Animado (siendo el primer triunfo de Disney en dicha categoría desde 1970), pero su difusión fue insuficiente, vagando de un servicio a otro (incluso la versión en Youtube fue bloqueada por el estudio), hasta encontrar un hogar en el fondo del catálogo de Disney Plus.


La historia, protagonizada por el propio Kahrs (George) y Kari Wahlgren (Meg) es una comedia romántica de seis minutos que logra construir una relación más entrañable que muchos largometrajes, gracias en gran medida a la dulce música de Christophe Beck y al talento de los animadores, que logran hacer a los dos personajes muy expresivos en lo que es, esencialmente, un regreso al cine mudo (el diseño y la iluminación juegan un rol central para que se distingan sobre el fondo y los otros personajes).


Aunque la trama pueda parecer simple, pues consiste en un hombre intentando llamar la atención de una mujer a la que conoció en un encuentro casual, esa falta de complejidad aparente permite ponerle más cuidado a cada toma, resultando en una historia con un ritmo perfecto que resulta curiosamente entrañable. En un muy buen ejemplo de economía del lenguaje, bastan un par de tomas para hacer un buen trabajo de caracterización del personaje principal, y un comentario sobre la monotonía de su vida, pero con la misma facilidad el guion y el storyboard pueden transicionar al elemento maravilloso pero realista en el segundo acto, y en sus dos últimos minutos, a una irrupción de la fantasía, sin comprometer la cohesión narrativa.


El tono del corto es excelente, con la banda sonora guiando al espectador en el viaje emocional, y creo que tiene un sentido del humor muy efectivo, en particular alrededor de un puñado de personajes secundarios que adicionan a la atmósfera sin desviar la atención de la pareja central. En ese sentido, creo que el diseño de los personajes es la clave para que el corto tenga el aura atemporal que caracteriza al estudio pese a transcurrir en un entorno por completo urbano. Vintage, es un término con el que se le ha descrito usualmente, no sólo por su legado, con el que cerraremos esta publicación, sino por el diseño de vestuario de los personajes y la cinematografía en blanco y negro, similar a la de viejas transmisiones, con un detalle de color muy bien incorporado.


La animación. sin duda el aspecto más discutido del corto, es en una palabra: hermosa. Aunque hecha a computadora, el estilo es experimental y busca replicar el efecto de los dibujos hechos a mano de la era dorada de la animación, combinando la mayor estabilidad y profundidad de la animación por ordenador con la expresividad de la animación tradicional, en un estilo que, en palabras de los realizadores, le da a los animadores mucha más libertad, pues pueden modificar a mano los detalles de los modelos sin poner en riesgo la fluidez y control que la tecnología provee.


Recuerdo las discusiones al momento del estreno del corto, donde se auguraba que esta técnica sería el futuro del medio de la animación, pero descartada en favor de una estandarización de modelos 3D por parte de Disney, resultó no ser el vaticinado inicio sino el último momento de gloria de la animación 2D, un medio de expresión artística que, ha doce años de Paperman, ha prácticamente desaparecido de las grandes distribuidoras occidentales. Nunca sabremos exactamente por qué la técnica se abandonó, que expectativas imposibles de un codicioso ejecutivo no alcanzó, pero el producto permanece, y con él (junto con millares de producciones independientes tristemente ignoradas), aún se aferra la esperanza de que la animación tradicional encuentre una manera de renacer.




Hasta el próximo encuentro...


Navegante del Clío

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