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“¿Que tiene de buena la tonta Cats?”

¡Bienvenidos pasajeros! Ha llegado el momento de hablar de aquella obra que siempre es usada por los detractores del teatro musical, para exponer su supuesta naturaleza absurda e inverosímil, el hazmerreír del género, sobre todo desde su calamitosa adaptación cinematográfica, considerada de las peores películas de 2019; tratando de descifrar cómo es que se convirtió en uno de los diez musicales más exitosos de todos los tiempos, con más de veinte años en cartelera.


En la ficha técnica que siempre acompaña a estas publicaciones, podrán observar que falta el elemento del libreto, y que la letra está indicada como “adicionales”. Esto se debe a que Cats es, sobre todo, un experimento dentro del género, en el que la música es un vehículo para adaptar letras de un poemario de TS Eliot, con el material adicional diseñado para darle un mínimo de cohesión narrativa (la obra carece de diálogos entre números musicales). La orquestación y ritmo de cada número informa de la personalidad de los personajes (rock, ópera, himno, etc.) mientras que la trama, si es que se le puede llamar así, sigue a un grupo de gatos en el que cada uno se presenta para argumentar porque debe ser elegido para ir al paraíso y reencarnar. Pese a críticas iniciales mixtas, sobre todo en Estados Unidos, arrasó en la temporada de premios (ganó siete Tonys, incluyendo Mejor Banda Sonora y Mejor Musical; de un total de once nominaciones); y ya sea que la amen o la odien, su huella cultural es innegable.


Por absurda que parezca la historia, a Cats y a su productor Cameron McKintosh se les atribuye la transición a la era del “mega musical”, espectáculos visuales de alto presupuesto planificados a la usanza del cine blockbuster. Por lo tanto, no es de sorprender que de los elementos más memorables de la obra sea la calidad técnica en cuanto a sonido, iluminación y sobre todo vestuario, pues cada gato, por pocas líneas que tenga, debe ser instantáneamente memorable a ojos del espectador, hechos a mano y reemplazados cada pocas semanas por lo demandante de los elementos dancísticos. Para esto, en el montaje inicial se trabajó de cerca con el elenco para diseñar la corporalidad de los personajes en conjunto con la instrumentación, y pese a la precisión que se requiere para ejecutar los complejos movimientos, hasta el día del cierre se permitieron mayores facilidades para la improvisación que en otras obras similares. En otros elementos técnicos, el escenario giratorio semi circular, así como contar con el elenco casi toda la obra frente a público, se consideraron innovaciones revolucionarias, con muchos montajes teniendo un elemento interactivo con el espectador, incluyendo descender a los asientos.


Es en el análisis de la música donde la estructura cobra un poco de sentido. En el teatro musical tradicional, el primer solo del protagonista es considerada la canción “yo quiero”, en la que expresa un deseo profundo e íntimo que contiene el corazón de toda la narrativa. Por el contrario, los villanos usualmente tienen canciones que pertenecen al estilo “yo soy”, en la que dan prioridad a mostrar su personalidad y presumir sus virtudes exteriores. Aunque todos tienen una canción de Cats por la que sienten debilidad (yo en lo particular soy muy afín a “Rum Tum Tugger”, “Skimbleshanks” y “Mr. Mistofeelees”), todas las canciones del musical o bien introducen el mundo de la obra o bien son canciones “yo soy” (tan centradas en los elementos externos que es raro que el gato que da nombre a la canción cante él solo su propio número); todas excepto una: “Memory”, el penúltimo número y en mi opinión la canción más bella de la carrera de Lloyd Webber. Una balada sobre el arrepentimiento, la vejez y la necesidad del contacto humano, es el clímax de la obra y, al contraponerse al resto del espectáculo, un tanto vacío por diseño, es una metáfora perfecta de la expresión artística más allá de lo superficial.


Es muy probable que, después de leer todo esto, aún no entiendas el éxito de Cats, y es que es algo que no se puede explicar con palabras. La coreografía de Gillian Lynne es espectacular, y créanme cuando les digo que, vista en el escenario, poco le importa al espectador que la narrativa tenga apenas los elementos mínimos para funcionar. Cats no es una historia, sino una experiencia sensorial, que no funciona en ningún otro medio. Así que, en efecto, Cats contiene todos los terribles clichés con los que los que desprecian los musicales se burlan, pero también esconde los secretos que hacen que aquellos que los aman siempre vuelvan por más.


  • Año de estreno: 1981 (West End)

  • Música: Andrew Lloyd Webber

  • Letras adicionales: Richard Stilgoe

  • Dirección: Trevor Nunn

  • Elenco original*

    • Brian Blessed (Old Deuteronomy)

    • Sarah Brightman (Jemima)

    • Geraldine Gardner (Bombalurina)

    • Jeff Shankley (Munkustrap)

    • Elaine Page (Grizabella)

    • Wayne Sleep (Mr. Mistoffelees)

    • Paul Nicholas (Rum Tum Tugger)

    • Brian Blessed (Bustopher Jones)

    • Myra Sands (Jennyanydots)

    • Jon Thornton (Macavity)

    • Stephen Tate (Gus)

    • Kenn Wells (Skimbleshanks)


*Fragmento, la obra cuenta con veintiocho personajes con nombre




Hasta el próximo encuentro…


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