Se7en
- raulgr98
- 21 jun 2023
- 3 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Pensando en porque la versión de Batman de Matt Reeves es tan efectiva, llegué a la conclusión que es debido a la influencia noir del director, y como logra replicar el estilo y atmósfera de los thrillers policiacos; por lo que en esta ocasión quiero comentar uno de los mejores en la época moderna: Seven.
Dirigida por David Fincher (en mi opinión sigue siendo su mejor trabajo, pese a ser el segundo) y escrita por Andrew Kevin Walker, la cinta se estrenó en 1995, Un sorprendente éxito taquillero dado el tono, la recepción inicial de la crítica fue mixta (criticaron la violencia y oscuridad, así como el final) y únicamente fue nominada a Mejor Edición en los Oscares, pero ha sido revalorizada en años recientes. El elenco, lleno de estrellas tanto consolidadas como incipientes, incluye a Brad Pitt (David Mills), Morgan Freeman (William Somerset), Gwyneth Paltrow (Tracy Mills) y Kevin Spacey (John Doe).
La historia sigue a dos detectives (Pitt, Freeman) en una ciudad sin nombre (pues la intención del guion es que pueda ser cualquier gran urbe), que corren contra el tiempo para atrapar a John Doe, un asesino serial cuyo modus operandi es hacer referencia a los siete pecados capitales tanto en la selección de víctimas como en el método.
Lo que más me gusta de esta historia es que se aleja de otros misterios convencionales, en el sentido que el asesino no pertenece al elenco secundario que sirve de sospechosos. Desde casi su primera aparición, resulta evidente que es el culpable y la trama no se concentra en descubrir su identidad (lo cual es irrelevante) sino en anticiparse a sus planes y atraparlo, en un duelo de inteligencia. El juego detectivesco, radica, por lo tanto, en deducir a que pecado corresponde cada crimen y, de las pistas en escena, encontrar la dirección de la siguiente víctima, un juego macabro que es tan estimulante para el espectador como para los personajes. La cinta no carece de acción (hay una persecución bastante bien dirigida), pero el director prefiere construir tensión que excitación, por lo que las mejores escenas son aquellas de los silencios, los duelos de mirada, cuando todos los involucrados (incluida la audiencia) están a la expectativa de un nuevo giro.
Pitt y Freeman dominan la escena con su dinámica, muchas veces probada en el género: el joven impulsivo pero idealista y el veterano maduro y cínico, a punto de retirarse. Las contrastadas diferencias entre ambos, que nunca son realmente resueltas, logran que incluso el diálogo esté cargado de tensión, y posea mucho dinamismo incluso cuando su única función es dar información contextual al espectador (de hecho, gran parte de los diálogos se reescribieron para encajar mejor con los actores seleccionados.
Sin embargo, la verdadera estrella es la dirección de Fincher (auxiliada por una excelente banda sonora de Howard Shore). El cineasta logra que la misma ciudad sea un personaje en sí mismo (por ejemplo, siempre llueve y está llena de ruido, lo que le dota de personalidad), y la oscura cinematografía realza la pesadumbre y crueldad del mundo de la cinta. En ese sentido, la historia es una sumamente violenta (y el diseño de producción y maquillaje realiza una labor excepcional en los aspectos más gráficos), pero hay labor artística en lo grotesco, pues sólo el último crimen es mostrado en pantalla: en el resto, los personajes y el espectador llegan a presenciar las consecuencias, lo cual es incluso más impactante que el acto en sí mismo.
El final es considerado uno de las más efectivos y traumáticos de la historia, por lo que no lo comentaré aquí. En su lugar, quiero tocar brevemente los temas de la película. El simbolismo religioso es evidente desde el título, pero es constante en las acciones y monólogos del villano: ante el pecado y la corrupción de la ciudad, no ve otra salida que hacer una limpieza moral a través de causar estupefacción en las conciencias. Sin embargo, el efecto es el contrario, pues la oscuridad tiende a contagiarse en lugar de contrarrestarse. Esto se relaciona perfectamente con el otro tema de la película, que es una discusión sobre como se debe combatir al mal. Para el equipo creativo, no hay nada peor que la apatía, pues los personajes que creen que la ciudad está más allá de la salvación, a través de la inacción, son los que permiten la continuidad del crimen. Sin embargo, no basta con actuar, pues la cinta cuestiona si es válido sacrificar el alma por una causa o un cambio. La verdad se encuentra en el final, que encuentra el punto medio entre la indiferencia y la ingenuidad, para lo que cierro citando la último línea de la película:
"Ernest Hemingway escribió alguna vez que el mundo es un lugar bueno, y que vale la pena pelear por él. Estoy de acuerdo con la segunda parte".
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
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