Siete sámurai
- raulgr98
- 12 jun 2024
- 4 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! ¿Alguna vez han visto una película que siga la estructura de "reunir a un equipo"? ¿O disfrutado de secuencias de acción extendidas? Entonces es posible que, sin saberlo, formes parte del legado del legendario cineasta Akira Kurosawa (a quien ya revisamos con Rashomon, mi favorita personal de su filmografía). Hoy, continuando con la exploración de la cultura japonesa, la recomendación de la semana es una de las películas más influyentes de todos los tiempos: Seven Samurai.
Dirigida por Kurosawa, quien co escribe el guion con Shinobu Hashimoto y Hideo Oguni, la cinta de 1953 fue, al momento de su estreno, la segunda cinta más exitosa en la historia de Japón y la primera que logró tener impacto taquillero en Occidente. siendo incluso nominada a dos premios Oscar (vestuario y diseño de producción). Alabada en su momento, fue de gran influencia para cineastas de la próxima generación, tanto en Japón como Estados Unidos, y homenajes se encuentran en el western, el drama de crimen, el cine de acción e incluso géneros como la fantasía y la ciencia ficción (Star Wars incluido). El elenco, de primera, está integrado por Takashi Shimura (Kambei), Yoshio Inaba (Gorobei), Daisuke Kato (Shichiroji), Seiji Miyaguchi (Kyuzo), Minoru Chiaki (Heihachi), Isao Kimura (Katsushiro), Toshiro Mifune (Kikuchiyo), Kokuten Kodo (Gisaku), Keiko Tsushima (Shino) y Shinpei Tagaki (Jefe de los bandidos).
En una trama que ahora se considera arquetípica, pues ha sido recreada por infinidad de homenajes y adaptaciones, la trama involucra a una aldea de granjeros que recluta siete guerreros para ayudarlos a defenderse de un grupo de bandidos. Sin embargo, lo que distingue a esta versión de otras historias similares es que el desarrollo temático no es paternalista ni condescendiente, y el mayor impacto de los samurái no es la protección, sino la inspiración a los campesinos para valerse por sí mismos. Asimismo, algo que distingue en particular esta versión original del western que América hizo famoso son las diferencias culturales y la exploración socioeconómica: Kurosawa hace un punto en mostrar que los samurai, como miembros de la élite, pueden ser igual de abusivos con los campesinos, y el que los bandidos posean armas de fuego permite no sólo aumentar la tensión, sino hacer un comentario de la resistencia de Japón a la modernización.
En muchos sentidos, Siete Samurai es la primera mega producción en la historia del cine, y en su momento la película japonesa más cara jamás filmada. De hecho, la producción turbulenta, que se extendió por más de un año, provoca que el proyecto casi termine inconcluso. Parte de los costos elevados son enormes sets con mucha atención al detalle (la aldea completa fue construida), una exigencia de Kurosawa para obtener reacciones más naturales de su elenco, y un extenso equipo de dobles para construir escenas de acción complejas con una sorprendente coreografía, que inspiró muchas de las secuencias de los blockbusters norteamericanos. Kurosawa estira en esta cinta todos sus músculos directoriales, demostrando un excelente ojo para el encuadre en el que el uso de la toma amplia es impresionante, pero también hay un énfasis en los rostros. La principal característica estética de esta película es el dinamismo, pues siempre hay algo en movimiento en cada toma, y eso ayuda a generar una fluidez fundamental para el ritmo, alternando entre la reflexión y el frenesí de la lucha.
Hace poco leí a un crítico decir que esta película es inaccesible para nuevas audiencias: es subtitulada, en blanco y negro, y dura casi tres horas y media. Sin embargo, soy de la opinión que la duración casi no se siente, y por el contrario, favorece a la narrativa. Lo que en otras adaptaciones de la historia se resuelve con un montaje, en Siete Samurai recibe el foco: la audiencia experimenta el paso de las estaciones junto con los personajes, y esto provoca que el vínculo que los samurái forman con los granjeros se sienta más genuino. En ese sentido, las actuaciones son excelentes, y aunque hay algunos que no fueron inventados por Kurosawa, esta película contiene excepcionales ejemplos de los arquetipos del cine épico: el sabio líder introducido en una secuencia que no guarda relación con el resto de la trama, el joven e inexperto aprendiz, el guerrero estoico y silencioso, el carismático optimista y el rebelde con corazón de oro, entre otros. Si bien el guion compone escenas entre secuencias de acción para explorar el trasfondo, filosofía y motivaciones de cada individuo, mucha de la caracterización se logra a partir de narrativas no verbales, como el vestuario y sobre todo la corporalidad de los actores.
La cinta está consciente que narrativa y temáticamente es muy oscura, y le da el peso apropiado a los momentos más trágicos (una escena que involucra un incendio, por ejemplo, es particularmente terrorífica), pero logra un experto balance tonal para evitar que el peso de la trama sea insoportable. Cuando decide recurrir al humor (casi todo físico), este está bien logrado pues es contenido a momentos muy específicos, y no todos los momentos serios involucran miedo o violencia: la revelación del pasado de Kikuchiyo es impresionante por el poder de la interpretación, y la subtrama romántica es agridulce y reflexiva, con la banda sonora de Fumio Hayasaka ajustándose a cada escena. Asimismo, la estructura de la película contribuye mucho a que no se sienta pesada, y debería ser estudiada más a fondo, pues aborda un estilo de escritura en el que las secuencias de acción tienen sus propios primer, segundo y tercer acto, y cada segmento de la película concluye con alguna revelación que sirva de clímax (la película cuenta con intermedio, un vestigio de otra forma de hacer cine).
Probablemente Siete samurai se encuentra entre las películas menos vistas de todas las que he reseñado, y resultará un experimento fascinante que ustedes lectores, que sin duda alguna han crecido con su legado, descubran el origen de algunas de las técnicas fílmicas y artilugios narrativos más famosos del cine. En la última línea de la película se afirma que la victoria no pertenece a los samurái, y sin duda resulta paradójico que para muchas audiencias sus hazañas no sean recordadas, pero causar ese impacto imborrable es la mayor de las victorias.
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
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