Soneto #29
- raulgr98
- 7 ene
- 3 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Pese a no estar ni cerca de ser mi género favorito, creo que podemos aprender mucho de la poesía, que en su sutileza puede conectar con el lector de una manera que quizá sea más íntima que la misma narrativa. En la recomendación de hoy, volvemos al bardo de Avon, pero no a su dramaturgia, sino a su menos conocida obra lírica.
A lo largo de su vida, William Shakespeare ciento cincuenta y cuatro sonetos, que creo que es importante estudiar en su conjunto, pues comparten a tres personajes recurrentes: el joven hermoso, el poeta rival y la dama oscura. Del I al XVII, son quizá los más tradicionales del conjunto, en ellos, la voz poética alaba la hermosura del joven, y lo insta a matrimoniar y casarse. En el segundo bloque (XVIII-CXXVI) es donde el autor explora una visión muy pura e ideal del amor, que muchos críticos consideran platónico, no carnal, pues la conexión de la que habla es casi exclusivamente espiritual, caso contrario aquellos donde la dama oscura, amante de la voz poética toma prominencia (CXXVII-CLII), y los temas se vuelven mucho más maduros, involucrando sentimientos como la culpa y la sexualidad, cerrando con dos sonetos alegóricos.
El que he decidido compartir hoy se ubica firmemente en el segundo bloque, pues es el número veintinueve, y por lo tanto el personaje central es el “Joven hermoso”, y sigue la estructura usual del soneto: cuatro estrofas, tres de cuatro versos endecasílabos con una rima estilo ABAB) y un pareado; cada verso con una métrica compuesta con base en el cinco, lo que le da la entonación. Aunque la precisión de la estructura no se alcanza a apreciar con la traducción, les anexo una de mis versiones favoritas, pues deseo cerrar con su interpretación.
Cuando en desgracia me señalan
Y lloro en soledad mi triste abandono
El cielo ignora mis plegarias vanas
Y al verme así maldigo mi destino
Quisiera parecerme a alguien más fausto
Dotado de aposturas y amistades,
O a otros, con su ingenio y sus encantos:
¡Ni mi mayor solaz ya me complace!
Al borde ya de despreciar mi vida,
Por suerte pienso en ti y mi natura,
Al lado de la Alondra al dar el día,
Se pone a cantar himnos al cielo.
Pues recordar tu amor es tal fortuna
Que no le envidio a ningún rey su hartura
Una lectura superficial podría indicar que este es uno de los discursos trillados de como a los hombres agobiados por la inseguridad y la envidia su pareja les hace encontrar su identidad, pero por eso comencé con la contextualización del poema. El joven hermoso y el poeta tienen una relación que no pasará nunca de la amistad, en el sentido romántico es poco más que el objeto de un afecto, y aún así tiene influencia sobre el poeta. Esa es la cualidad mágica del amor que Shakespeare propone: no necesita concretarse para lograr un impacto: puede ser no correspondido, puede ser un recuerdo, y el objeto de nuestra emoción puede ser un amigo, una pareja o incluso uno mismo, lo que todos debemos recordar es que si fuimos amados alguna vez, o si simplemente tenemos la capacidad de amar, somos dignos y tenemos valor.
Título original: XXIX
Autor: William Shakespeare
Año de publicación: 1609
Hasta el próximo encuentro…
Navegante del Clío
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