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Stardust

¡Bienvenidos pasajeros! El día de hoy conversaremos sobre la película de fantasía más infravalorada de la década de los 2000, quizá el punto culmen del género: Stardust, basada en la novela gráfica de Neil Gaiman.


Estrenada en 2007, la cinta es dirigida por Matthew Vaughn, con un guion escrito por él en colaboración con Jane Goldman. Un éxito modesto tanto entre la crítica como en taquilla, el elenco es una combinación de veteranos de la pantalla y nuevos talentos, incluyendo a Claire Danes (Yvaine), Charlie Cox (Tristan Thorn), Michelle Pfeiffer (Lamia), Mark Strong (Septimus), Robert De Niro (Capitán Shakespeare), Jason Flemyng (Primus), Kate McGowan (Una), Sienna Miller (Victoria), Ricky Gervais (Ferdy), Joanna Miller (Mormo), Sarah Alexander (Empusa), Melane Hill (Sal), Peter O'Toole (Rey) y Ian McKellen (narrador) entre otros.


La trama de la película gira alrededor de una estrella caída (Danes) en un reino mágico paralelo a un pueblo inglés, que es buscada por tres personajes por separado, cuyas historias se cruzan: un chico pobre (Cox) que busca ganar la mano de su enamorada, un príncipe sanguinario (Strong) en busca de probar su derecho al trono y una bruja (Pfeiffer) que busca recuperar sus poderes devorando su corazón. En una carrera contra el tiempo, los caminos de los tres cazadores se mezclaran, resultando en tensión, confrontación y un frágil sistema de alianzas temporales.


Antes de continuar, debo aclarar que no he leído completa la obra original, pero por los pasajes a los que he tenido acceso y los comentarios que he leído, el trabajo de adaptación es bastante efectivo, y al construir un clímax más sólido eleva la historia en beneficio de muchos de sus personajes, sobre todo Septimus. La novela gráfica se ubica dentro del subgénero de la fantasía oscura (que normalmente involucra temas maduros, sexualidad explícita y/o violencia gráfica), y estoy consciente que a muchos defensores del material original les pareció decepcionante una adaptación más tradicional, pero creo que el tono oscuro se preserva sobre todo a través de un humor muy negro, como es el sadismo de las brujas y el fratricidio casual de los príncipes, elementos que distinguen a esta película de sus contemporáneas, y permite a la dirección regodearse con moralidades grises y decisiones moralmente cuestionables, en contraste con la inocencia de nuestra protagonista.


Vaughn es un director conocido por su ojo para dirigir acción, y aunque en esta entrega (su segunda cinta) las secuencias no son tan extravagantes y complejas como en sus proyectos posteriores, ya se puede percibir un ojo atento a los detalles de la coreografía, con una cámara dinámica y soluciones creativas a la acción, sobre todo en el tercer acto, una mezcla efectiva de humor negro, violencia y tensión. En ese mismo sentido, creo que la cinematografía aprovecha al máximo un diseño de vestuario a medio camino entre lo medieval y lo victoriano y un muy interesante diseño de producción, irreal intencionalmente, en el que cada locación tiene una paleta de colores distinta, que informa del viaje de los personajes, para darle un sentido grandioso y atemporal a la trama. En ese sentido, aunque me hubiera gustado más variedad en el diseño de personajes (demasiado humano, salvo por el excelente trabajo de maquillaje en las brujas), celebro que el uso de la magia en esta historia sea limitado, y reservado casi en exclusiva para las fuerzas antagónicas, pues evita soluciones sencillas a los conflictos, permitiendo que varias secuencias se resuelvan con una combinación de ingenio, circunstancias fortuitas y una efectiva coreografía de esgrima.


Me parece que la historia a nivel temático es sólida, realizando una exploración de la autorrealización, la madurez y el amor propio. Por lo tanto, el éxito de la cinta depende de la relación central, tarea que cumple con éxito: no sólo la química de Claire Danes y Charlie Cox es natural, sino que el guion se toma su tiempo para construir la relación de la enemistad inicial al romance, con un muy necesario respiro en el segundo acto que le permite a la relación (y el viaje individual de los protagonistas) crecer y transformarse. Tanto los dos protagónicos como el resto del elenco optan por un estilo actoral más parecido al teatro, con grandes gestos, expresiones exageradas y personalidades extremas, pero creo que esta realidad aumentada es acorde al tono de la película y favorece a la trama, volviendo incluso a los personajes secundarios memorables. El personaje de Robert de Niro (una adición de la película a la historia) causó controversia al momento del estreno y aunque para algunas audiencias se apoye demasiado en clichés, la resolución de su subtrama me pareció el corazón temático de la cinta, y un añadido importante sobre todo en la década en la que salió.


Stardust no tiene el sentido épico de El señor de los anillos, o la inocencia fantástica de las primeras películas de Harry Potter, sino que toma inspiración de aventuras clásicas como La princesa prometida, ofreciendo una historia con cierto encanto, que, combinado con elementos oscuros, logra el tono más parecido a un cuento de hadas que la mejor década de la fantasía en el cine ofreció.






Hasta el próximo encuentro...


Navegante del Clío









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