Suave Patria
- raulgr98
- 16 sept
- 7 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Por primera vez en la historia de Navegante del Clío, recomendaré en esta sección una obra que no me gusta. Puede parecer contradictorio, pero creo que es importante abordar críticamente incluso aquellas cosas que no disfrutas, para tratar de entender porque gozan de la reputación que tiene.
Primero, creo que es importante hacer un repaso de mi relación con el famoso poema. Desde hace muchos años me di cuenta que hay pocas cosas que me hagan poner más los ojos en blanco, que las celebraciones del mes de septiembre. Siempre crítico de la historia oficial, la narrativa en los días cercanos al grito tiende a ser burda, simplista y maniquea, un pobre intento de manipulación emocional; y las obras cuyo fin último parece ser fomentar el nacionalismo más veces de las que no carecen de sustento. Y sin embargo, con Suave Patria tengo sentimientos encontrados: por un lado, siempre odié leerlo, pero por el otro, recuerdo con alegría las tertulias de la noche del 15 de septiembre, cuando un grupo de amigos nos reuníamos, algo que disfrutaba pese a que declamarlo fuera parte obligada de la tradición.
Releyéndolo para esta investigación, lo primero que me llamó la atención fue su estructura. Uno de los poemas más largos que hemos cubierto aquí, el más extenso de la carrera de López Velarde, se divide en cuatro segmentos diferenciados (el proemio, un intermedio y dos actos), pese a no ser narrativo en el sentido convencional. Sin embargo, cada uno de los pasajes sí tiene una voz distintiva, y creo que las divisiones (sobre todo el intermedio, ayudan mucho a evitar la monotonía). En la mayoría de los poemas, me gusta analizar los parones de rima, pero en este caso sería un ejercicio un poco estéril: como podrán comprobar, aunque la rima está presente, y bien ejecutada, no obedece a un patrón, sino que cada estrofa tiene un patrón distinto, y presenta además una distinta cantidad de versos (entre dos y ocho), con dos actos asimétricos (catorce estrofas contra trece). Como ejemplo, les presento el desglose de los dos segmentos más cortos, para que noten que el patrón no es homogéneo:
Proemio: ABBACC, ABBA, AA, AABCCB
Intermedio: AA, ABCABC, AABB, AABBCCDD
En cuanto al contenido, López Velarde parece más preocupado; por un lado, en producir efectos emocionales y por el otro en explorar el aspecto lingüístico (el vocabulario me parece bien incorporado, como parte de la corriente modernista, basada en la formalidad, refinamiento y musicalidad, si bien en sus temas se acerca más a la poesía contemporánea), más que en la construcción de imágenes, lo que probablemente sea la razón por la que siempre me costó conectar con la pieza. Las alusiones con las que construye su idea de patria son una mezcla de inspiraciones del pasado prehispánico, el desarrollo tecnológico de la segunda mitad del siglo XIX y, sobre todo, la religiosidad colonial; pero algo de crédito le debo dar al poeta y es que, pese a ser inherentemente nacionalista, evita hacer referencias explícitas a personajes o sucesos, salvo por una breve dedicatoria a Cuauhtémoc, lo que lo dota de cierta atemporalidad y puede explicar, al menos en parte, su supervivencia en el tiempo.
Ninguna obra debe desprenderse de su contexto histórico, pero en este caso particular la claridad que ofrece es reveladora: escrito en los meses finales del autor, quien falleció joven; la publicación coincide con el triunfo de la rebelión de Agua Prieta, lo que para muchos se consideró el fin de la Revolución Mexicana, al menos en su fase armada. Aliado con los revolucionarios, el poeta participó de un proyecto incipiente pero efectivo, de la construcción de una nueva identidad nacional que por un lado exaltara el pasado indígena (explicando el intermedio), pero por otro lado proclamara la superioridad del mestizaje, y el progreso de las sociedades, elementos que se pueden encontrar en el grueso del poema. La religiosidad es una sorpresa, considerando el conflicto que marcaría los años que sucederían a la publicación, pero habla de las contradicciones de un México atrapado entre el amor a la tradición y el deseo de reforma. No sé cuántas personas leyeron Suave Patria en su momento, ni cuántas han tenido contacto directo con el poema en a tiempos recientes, pero sus efectos se pueden sentir en el largo alcance, la personificación de la patria ha sido la base de casi todos los discursos políticos de la edad contemporánea, e incluso la portada de los libros de texto se alimenta de esta concepción.
Los dejo con el poema, copiado de forma íntegra, para que lo lean en este dieciséis de septiembre y puedan extraer sus propias conclusiones ¿lo hemos rebasado ya o sigue siendo pilar de la cultura nacional?
PROEMIO
Yo que sólo canté de la exquisita
partitura del íntimo decoro,
alzo hoy la voz a la mitad del foro
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo
para cortar a la epopeya un gajo.
Navegaré por las olas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo chuan
que remaba la Mancha con fusiles.
Diré con una épica sordina:
la Patria es impecable y diamantina.
Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que me modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.
PRIMER ACTO
Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.
El Niño Dios te escrituró un establo
y los veneros del petróleo el diablo.
Sobre tu Capital, cada hora vuela
ojerosa y pintada, en carretela;
y en tu provincia, del reloj en vela
que rondan los palomos colipavos,
las campanadas caen como centavos.
Patria: tu mutilado territorio
se viste de percal y de abalorio.
Suave Patria: tu casa todavía
es tan grande, que el tren va por la vía
como aguinaldo de juguetería.
Y en el barullo de las estaciones,
con tu mirada de mestiza, pones
la inmensidad sobre los corazones.
¿Quién, en la noche que asusta a la rana,
no miró, antes de saber del vicio,
del brazo de su novia, la galana
pólvora de los juegos de artificio?
Suave Patria: en tu tórrido festín
luces policromías de delfín,
y con tu pelo rubio se desposa
el alma, equilibrista chuparrosa,
y a tus dos trenzas de tabaco sabe
ofrendar aguamiel toda mi briosa
raza de bailadores de jarabe.
Tu barro suena a plata, y en tu puño
su sonora miseria es alcancía;
y por las madrugadas del terruño,
en calles como espejos se vacía
el santo olor de la panadería.
Cuando nacemos, nos regalas notas,
después, un paraíso de compotas,
y luego te regalas toda entera
suave Patria, alacena y pajarera.
Al triste y al feliz dices que sí,
que en tu lengua de amor prueben de ti
la picadura del ajonjolí.
¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena
de deleites frenéticos nos llena!
Trueno de nuestras nubes, que nos baña
de locura, enloquece a la montaña,
requiebra a la mujer, sana al lunático,
incorpora a los muertos, pide el Viático,
y al fin derrumba las madererías
de Dios, sobre las tierras labrantías.
Trueno del temporal: oigo en tus quejas
crujir los esqueletos en parejas,
oigo lo que se fue, lo que aún no toco
y la hora actual con su vientre de coco.
Y oigo en el brinco de tu ida y venida,
oh trueno, la ruleta de mi vida.
INTERMEDIO
(Cuauhtémoc)
Joven abuelo: escúchame loarte,
único héroe a la altura del arte.
Anacrónicamente, absurdamente,
a tu nopal inclínase el rosal;
al idioma del blanco, tú lo imantas
y es surtidor de católica fuente
que de responsos llena el victorial
zócalo de cenizas de tus plantas.
No como a César el rubor patricio
te cubre el rostro en medio del suplicio;
tu cabeza desnuda se nos queda,
hemisféricamente de moneda.
Moneda espiritual en que se fragua
todo lo que sufriste: la piragua
prisionera , al azoro de tus crías,
el sollozar de tus mitologías,
la Malinche, los ídolos a nado,
y por encima, haberte desatado
del pecho curvo de la emperatriz
como del pecho de una codorniz.
SEGUNDO ACTO
Suave Patria: tú vales por el río
de las virtudes de tu mujerío.
Tus hijas atraviesan como hadas,
o destilando un invisible alcohol,
vestidas con las redes de tu sol,
cruzan como botellas alambradas.
Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito;
como a niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.
Inaccesible al deshonor, floreces;
creeré en ti, mientras una mejicana
en su tápalo lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y al estrenar su lujo, quede lleno
el país, del aroma del estreno.
Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día,
de milagros, como la lotería.
Tu imagen, el Palacio Nacional,
con tu misma grandeza y con tu igual
estatura de niño y de dedal.
Te dará, frente al hambre y al obús,
un higo San Felipe de Jesús.
Suave Patria, vendedora de chía:
quiero raptarte en la cuaresma opaca,
sobre un garañón, y con matraca,
y entre los tiros de la policía.
Tus entrañas no niegan un asilo
para el ave que el párvulo sepulta
en una caja de carretes de hilo,
y nuestra juventud, llorando, oculta
dentro de ti el cadáver hecho poma
de aves que hablan nuestro mismo idioma.
Si me ahogo en tus julios, a mí baja
desde el vergel de tu peinado denso
frescura de rebozo y de tinaja,
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope.
Por tu balcón de palmas bendecidas
el Domingo de Ramos, yo desfilo
lleno de sombra, porque tú trepidas.
Quieren morir tu ánima y tu estilo,
cual muriéndose van las cantadoras
que en las ferias, con el bravío pecho
empitonando la camisa, han hecho
la lujuria y el ritmo de las horas.
Patria, te doy de tu dicha la clave:
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;
cincuenta veces es igual el AVE
taladrada en el hilo del rosario,
y es más feliz que tú, Patria suave.
Sé igual y fiel; pupilas de abandono;
sedienta voz, la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja:
la carretera alegórica de paja.
Título original: Suave Patria
Autor: Ramón López Velarde
Año de publicación: 1921
Hasta el próximo encuentro…
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