Sweeney Todd
- raulgr98
- 29 oct 2023
- 6 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Hace un mes conversamos sobre las eras de los musicales, pero no nos hemos detenido mucho tiempo en el musical contracultural. Si recuerdan, el desafío a las formas clásicas se puede dar tanto en orquestación como en temas, y el día de hoy, para cerrar Halloween, comentaremos sobre el segundo caso y como se creo un musical de terror: Sweeney Todd, el barbero demonio de Fleet Street.
Basándose en una historia popular del siglo XIX, el musical explora las motivaciones de Sweeney Todd, un barbero de 1846 que degüella a sus clientes y los envía a la panadería del piso inferior, dónde sus restos son horneados en pasteles. Aunque la obra no ganó su estatus de popularidad hasta que se trasladó al West End al año siguiente (lo que tiene lógica, puesto que es una historia londinense), la producción original tuvo una recepción crítica sensacional, ganando ocho de los nueve premios Tony a los que fue nominado (Musical, Banda Sonora, Libreto, Actor principal, Actriz principal, Dirección, Diseño escénico y Diseño de vestuario).
Pese a la creencia popular, el montaje original no era excesivamente sangriento (aún así, el clímax en el segundo acto es bastante brutal, pero más por las implicaciones narrativas), pues se recurría a trucos de iluminación y vestuario para acrecentar el efecto especial de bolsas de sangre escondidas en las camisas de los actores, Aún así, el musical logra crear una sensación tenebrosa en el espectador, gracias a la combinación de elementos sonoros y visuales. Comentaré el segundo a detalle más adelante, mientras que del primero un diseño de escenografía que recupera elementos de la literatura gótica es clave para construir una atmósfera, sumado a un par de innovaciones técnicas (en particular la silla del barbero, que impulsa a los actores fuera del escenario), diseñados para sobresaltar al espectador, algo que debió haber sido especialmente impresionante a finales de los 70's.
La historia se encuentra dentro de los límites de la verosimilitud, y el hecho que el detonante de la trama sea la lujuria y corrupción de un oficial de justicia le da un toque de realismo y desesperanza a la situación, pues la injusticia (común en todas las épocas). ancla la historia a la realidad. Asimismo, creo que una de las fortalezas del libreto es que los homicidios y el canibalismo reciban el mismo peso en la trama (en la historia original, los pasteles son casi una nota al pie), lo que aumenta la sensación grotesca en el espectador, construyendo temor. El iniciar con una narración del ensamble (a modo de coro griego) en lugar de un encore de la banda sonora es un buen elemento, pues introduce la historia con un tratamiento de leyenda urbana, lo que provoca una sensación sobrenatural pese a que no hay nada fantasmagórico en la trama. Finalmente, creo que el elemento narrativo más poderoso para infundir temor es que, pese a ser comprensibles sus motivaciones, Sweeney es enmarcado como un villano al asesinar inocentes (está, en palabras de Sondheim, enamorado de la muerte), y el estar obligado a seguirlo produce incomodidad en la audiencia.
Lamentablemente, el primer acto es en definitiva más memorable del segundo, gracias a que la mayoría de los temas recurrentes son construidos en la mitad inicial, mientras que el final es más una deconstrucción de los mismos que nuevo material. Cuando hablamos de Hamilton, el año pasado, hice énfasis en la importancia de los motivos (un conjunto de notas y/o letras que representan a un personaje o punto de trama siempre que aparecen) para contar una historia, pues permiten establecer una conexión y reconocimiento emocional entre espectador y personaje a un nivel más profundo; y Sweeney Todd es otro buen ejemplo de esto, pues cada personaje tiene un motivo que lo acompaña con leves transformaciones a lo largo de la historia (Sweeney tiene dos) y cual suena mientras dos intérpretes comparten escena es un indicador de quien tiene el control de la situación. Asimismo, hay secretos escondidos en la orquestación, pues los instrumentos y ritmos indican conexiones familiares e identidades secretas que el oído atento desentrañará antes que la trama los revele.
Los motivos también ayuda a darle complejidad a muchos personajes, pues un análisis limitado a lo escrito encontraría que sólo Sweeney y quizá Lovett tienen una exploración de su perturbante psicología. En el producto final, la música eleva tratamientos arquetípicos para darle tridimensionalidad a la corrupción (Turpin), la pérdida de la inocencia (Tobias), la banalidad de la búsqueda de estatus (Pirelli) y el anhelo por la libertad (Johanna); así como contrastar dos tipos de amor, el puro de Anthony por Johanna y el enfermizo de Lovett por Sweeney. Sin embargo, el mejor ejemplo de como la música fortalece la narrativa es como entrelaza los tres temas principales del musical: la locura, la muerte y la venganza.
Reducido al absurdo, Sweeney Todd es una historia de venganza, pues el barbero regresa a una decadente Londres buscando acabar con una persona específica, y cuando se le es negado decide desquitarse con el mundo entero, pero los momentos más álgidos musicalmente hablando nunca son en escenas de homicidio, lo que indica temáticamente que la venganza no es satisfactoria para el protagonista, y un indicador a la audiencia que no debe celebrar el ciclo de violencia.
Todd experimenta un deterioro mental, si no es que ya inicia la trama con problemas de salud, y la manera en que Sondheim codifica la locura es al incorporar golpes de sonidos que no sólo son muy agudos con respecto a la base sinfónica (y por lo tanto disruptivos), sino tocados en frenesí, rompiendo el ritmo tradicional, consolidándose como elementos antinaturales (que la orquestación sea todavía tradicional es clave para que este efecto funcione, pues el rock o el jazz con el que se experimentaba en la época no hubiera logrado el mismo efecto).
Cerraré comentando sobre el tema de la muerte, pero hay un cuarto motivo que envuelve a los tres principales: el de la obsesión. Todos los personajes tienen un objetivo que se convierte en su única ambición (y en la mayoría de los casos, el origen de su perdición), y es esta obsesión la que se convierte en el foco principal de la música, pues casi todos los temas juegan con variaciones de las mismas ocho notas. La genialidad de Sonheim radica en cómo manipula un rango muy limitado para no caer en la monotonía, por el contrario, la repetición se relaciona con la inevitabilidad de lo que se está desarrollando y prepara al espectador para aceptar la tragedia que se avecina.
En la publicación del viernes les hablé del Dies Irae, y el significado cultural que ha asumido. Sweeney Todd es el mejor ejemplo en tiempos recientes de su uso pues el tema de la muerte es incorporado a través de este recurso: todos los temas, salvo uno, utilizan el Dies Irae en su núcleo, ya sea de manera explícita o un poco más escondida (tocado al revés, sin una nota, etc.). Esto por un lado, le indica a la audiencia que todos los personajes, y la ciudad misma, están rodeadas de muerte, tanto física como mentalmente, pero también adelanta el final de la obra, al estar en todos los motivos individuales salvo uno, un oyente atento descubrirá en los primeros veinte minutos que todos los personajes (excepto uno) morirán o matarán a alguien antes de que la historia termine, sirviendo la música como heraldo de la fatalidad (en ese sentido, el principal defecto como adaptación de la película es que omite el crimen de uno de los personajes, pero conserva el Dies Irae en su tema, por lo que musicalmente la pieza queda un poco incompleta).
El musical sigue el estilo operático (es decir, más del ochenta por ciento de la historia es cantada), lo que puede abrumar a algunos, pero para mí agrega más complejidad al montaje. Aunque yo recomendaría escuchar el álbum completo, ante la falta de tiempo, de las piezas individuales creo especialmente pertinentes cinco: el opening es uno de los mejores ejemplos de como marcar tono a través de la narración, "Pretty women" hace un símil muy interesante entre dos pasiones: la de la lujuria y la del homicidio, "My friends" es el mejor uso del Dies Irae en toda la obra, y clave para entender al personaje principal, "Johanna" sirve como pieza de contraste al resto de la obra, lo que ayuda a comprender (a través de la oposición) el resto de los temas, y finalmente "Epiphany" es una de las piezas más complejas del periodo contracultural, pues la orquestación combina muerte, obsesión y locura, mientras que la letra es casi un tratado sobre el nihilismo y la podredumbre social.
Concluyo reforzando lo que siempre he creído, que el musical es la forma superior de entretenimiento teatral, y el espectáculo visual que más se acerca al fenómeno literario, pues no sólo permite de una manera orgánica adentrarnos en la mente y deseos de los personajes, sino que la música cumple un doble propósito: a nivel superficial marca el tono, pero a nivel subconsciente codifica toda la narrativa, y crea significados más complejos gracias a sus propios códigos de lenguaje. En el papel, Sweeney Todd repugna, pero sólo en escena causa verdadero temor.
Año de estreno: 1979 (Broadway)
Música: Stephen Sondheim
Letra: Stephen Sondheim
Libreto: Hugh Wheeler
Dirección: Harold Prince
Elenco original
Len Cariou (Sweeney Todd)
Angela Lansbury (Sra. Lovett)
Victor Garber (Anthony Hope)
Sarah Rice (Johanna Barker)
Edmund Lyndeck (Juez Turpin)
Ken Jennings (Tobias Ragg)
Jack Eric Williams (Beadle Bamford)
Merle Louise (pordiosera)
Joaquin Romaguera (Adolfo Pirelli)
Hasta el próximo encuentro....
Navegante del Clío
Muy interesante el análisis. Sería genial si se hiciera en un video con fragmentos de las piezas musicales para una mejor apreciación.