Tres padres y dos madres
- raulgr98
- 8 ago 2024
- 5 Min. de lectura
Egipto
Sólo un sentimiento rivalizaba con el amor que Neftis sentía por su hermana, y ese era la envidia. Ra, en su misteriosa sabiduría, había decretado que los hijos secretos del cielo y la tierra debían desposarse entre ellos; a la bella Isis el destino le había reservado a Osiris, rey de los egipcios, pero su triste hermana se había unido a Set, furioso señor de los desiertos. Aunque su marido había sido bueno al inicio, y le había construido un palacio en lo profundo del Nilo, ahora a la diosa la embargaba la tristeza y la soledad. Set, rencoroso por no ser el primogénito, rumiaba su amargura, y cuando no abandonaba a su mujer, descargaba su furia en ella.
Por años, Neftis veía como Osiris e Isis eran aclamados por las multitudes, pues amaban al pueblo y éste a ellos. A la diosa de los ríos no le interesaba tener el amor del mundo, pero su corazón anhelaba el cariño de una sola persona, y la pena con la que veía las atenciones que el faraón destinaba a su hermana lentamente se transformó en odio, endureciendo su corazón. Aún así, su devoción a la familia era todavía lo bastante fuerte para impedirle actuar. No fue hasta una mañana que, viendo a unos humildes granjeros con sus hijos recoger juncos en la orilla de su dominio, se dio cuenta que había una forma de tener algo que ni siquiera Isis poseía aún; algo que le daría el amor incondicional con el que soñaba noche y día: Neftis se convertiría en madre.
Mas Set, dios de lo árido y la tempestad, quien no había recibido amor ni de su propia madre, era incapaz de darlo; y se negó a engendrar un hijo con su esposa; quizá temiendo que la criatura fuera incluso más miserable que él. Y en los largos meses de dormir sola en el lecho, ella seguía observando a Osiris e Isis, en medio de lamentos silenciosos, y todos los atardeceres, ocultando su envidia, visitaba a su hermana en el palacio del faraón. Y fue en una de esas visitas que la diosa de la magia, reina de Egipto, la de las alas multicolores, le confesó a su hermana que intentaba concebir un heredero.
La pobre Neftis no pudo mas. Se retiró a su hogar y lloró hasta quedar sin lágrimas. Después, furiosa maldijo a los cielos. "¿Por qué me humillas Ra, con un marido que no me ama, y que me hace sentir más sola que antes?", decía, "¿Que acaso no merezco a un hombre amable, noble, valiente? ¿Qué acaso no merezco a... Osiris?" El germen del rencor había anidado en su corazón y, por primera y única vez en su eterna existencia, la diosa planeó una maldad.
Por cinco días y cinco noches, Neftis atrapó a las aves que se acercaban a beber al río, y antes de liberarlas, a cada una le arrancó una pluma; mientras fermentaba la más potente de las bebidas. Al sexto amanecer, Neftis se había confeccionado para ella unas alas tan bellas como la de su hermana, y consciente que en el crepúsculo ese era el único rasgo que las distinguía, partió al palacio.
No se sabe qué artimaña usó para alejar a su hermana, pero esa noche logró quedarse sola con su cuñado y en un descuido mezclar su vino con el brebaje. Una vez que comprobó que Osiris estaba ebrio, se colocó las falsas alas y, asumiendo el nombre de su hermana, yació con el faraón; sintiendo por primera vez la pasión, con tal fuerza que sin darse cuenta, la mitad de las plumas se desprendieron en el acto. Así fue como, a la mañana siguiente, viendo a una mujer desnuda en su cama con unas alas destrozadas, Osiris supo que había sido engañado.
— ¡Regresa al lado de tu marido, mujer! Permitiré que sigas viendo a tu hermana, por el cariño que te tiene, pero te advierto que si esta atrocidad ha dado fruto, desconoceré a la criatura aunque implique jurar en vano.
Avergonzada de su actuar, y arrepentida de haber traicionado a Isis, Neftis regresó al Nilo. Cuando supo que se encontraba encinta, tuvo un instante de alegría, pero los gritos de Set, quien la visitaba para quejarse de las supuestas ofensas que Osiris cometía en su contra, la regresaron a la realidad. Su alegría por ser madre se hizo añicos, pues Set no había yacido con ella en años, y temió conocer un nuevo nivel de su furia cuando descubriera que su mujer esperaba un hijo que no podía ser suyo.
Los meses que pasaron hasta el alumbramiento fueron los más difíciles para la diosa, quien debió recurrir a toda su magia para impedir que nadie, ni su marido ni su hermana, descubrieran el embarazo. Cuando el niño nació, Neftis corrió a la casa de Osiris pero éste, fiel a su promesa, se negó a recibirla y le cerró la puerta en la cara. Desesperada, abandonó a su niño entre los juncos, pues creía que ese era mejor destino que las torturas que a Set se le podrían ocurrir.
Lo que Neftis y Osiris ignoraban, es que Isis era el ser más astuto de la creación, y siempre supo de la noche que pasaron juntos. Le dolía la traición de su hermana, pero viendo a una criatura inocente abandonada, se apiadó de ella y la recogió. Isis voló hasta los confines de Egipto y ahí con su magia nutrió al pequeño, al que llamó Anubis. Pero Isis tenía otras obligaciones, y tenía que regresar a palacio seguido, así que fue el propio Ra quien asumió el rol parental en ausencia de la maga, hasta el día que Anubis se hizo hombre y regresó a Egipto a enfrentar a sus padres.
Al ver a su hijo crecido, Neftis se tiró al suelo y suplicó perdón; y cuando Anubis la levantó y la abrazó, comprendiendo su actuar, Set los sorprendió. Aunque el señor de los desiertos sabía que aquel muchacho no era hijo suyo, no quería perder la oportunidad de restregarle a Osiris que había sido padre antes que él, así que tomó al cauteloso Anubis y lo nombró su hijo y heredero.
Mas Anubis nunca olvidó la piedad de Isis, a quien veía como su madre; y Neftis siempre intentó redimirse a los ojos de su hermana, y fue por eso que, años después, cuando la ira de Set llegó a su límite y asesinó a Osiris, fue Neftis quien metamorfoseada en ave ayudó a Isis a encontrar el cuerpo de su marido, y fue Anubis quien embalsamó al padre que lo rechazó antes de que la magia de Isis le devolviera la vida.
Neftis fue madre al final, pues cuando Osiris volvió a morir tras haber engendrado a su propio heredero, fue ella quien crió al pequeño Horus mientras Isis hacía planes contra el malvado Set. En cuanto a Anubis, al ser hijo de Isis y de Neftis, de Osiris, Ra y Set, conoce mejor que nadie las virtudes y maldades de dioses y mortales, y su justicia es la última que las almas enfrentan, pues se convirtió en el dios de los ritos fúnebres.
¡Bienvenidos pasajeros! En cuestión de iconografía y gracias a la cultura popular, Anubis, con su cabeza de chacal, es posiblemente el dios egipcio más recordado; pero como es común en la mitología, su origen es incierto. Tres padres se le atribuyen, y también dos madres, pero en la época ptolomeica, a algunos sabios se les ocurrió encontrar la manera de que todas las historias fueran ciertas. Ese es el origen que acaban de leer.
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
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