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Tricolor

Puebla, septiembre de 1821

Nápoles, junio de 1889


Sor Mónica estaba desesperada, apenas soportando los reclamos de su hermana:

— ¡Esto es un convento, por amor de Dios! ¿En serio me estás diciendo que no hay nada para alimentar al general y sus oficiales?


Raffaele Esposito estaba desesperado, apenas soportando los reclamos de su sous-chef:

— ¡Esto es una taberna, por amor de Dios! ¿En serio me estás diciendo que no hay nada para alimentar al rey y su señora esposa?


“Estaba terminando unos chiles rellenos”, pensó en decir, pero las palabras se le atoraron en la garganta. Con su mezcla de picadillo de puerco y frutas, sin duda el sabor era maravilloso, pero no dejaba de ser platillo de pobres, no a la altura de un visitante de tanta alcurnia, el primer comandante del Ejército Trigarante.


“Estaba terminando unas pizzas”, pensó en decir, pero las palabras se le atoraron en la garganta. Con su mezcla de masa asada a la leña y salsa de ajo, sin duda el sabor era maravilloso, pero no dejaba de ser platillo de pobres, no a la altura de un visitante de tanta alcurnia, el segundo monarca del Reino de Italia.


Y aun así, si no se atendía a las visitas no habría salvación posible. En medio de su tormento, se asomó por la ventana en busca de esperanza, y tras un destello de luz corrió a buscar las sobras del día anterior. Afuera, una bandera de tres colores, recién adoptada, ondeaba al viento.


Y aun así, si no se atendía a las visitas no habría salvación posible. En medio de su tormento, se asomó por la ventana en busca de esperanza, y tras un destello de luz corrió a buscar las sobras del día anterior. Afuera, una bandera de tres colores, recién adoptada, ondeaba al viento.


Inspirada, Sor Mónica tomó el chile y lo cubrió de una crema recién preparada, de nueces de Castilla molidas. “Blanco”, fue lo que pensó.


Inspirado, Raffaele tomó la masa y la cubrió de un queso de búfalo recién cortado, que debía derretirse en el horno. “Blanco”, fue lo que pensó.


Una vez caliente, sin detenerse, la monja tomó de un recipiente trozos de granada, que espolvoreó sobre la incipiente creación para darle un poco más de vida, en combinación con el relleno. “Rojo”.


Una vez caliente, sin detenerse, el tabernero tomó de un recipiente rebanadas de jitomate, que espolvoreó sobre la incipiente creación para darle un poco más de vida, en combinación con la salsa. “Rojo”.


Como toque final, rezando porque fuera bien recibido, adornó el platillo con hojas de perejil. “Y verde”.


Como toque final, rezando porque fuera bien recibido, adornó el platillo con hojas de albahaca. “Y verde”.


Media hora después, Agustín de Iturbide se limpiaba la boca, complacido. No sólo se había acabado el plato, sino que había exigido repetir, preguntando el nombre de la comida. Sonriendo, Sor Mónica miró de reojo al oficial catalán que devoraba los restos, y le vino a la mente el nombre con el que en aquel lugar llamaban a la salsa de nuez.


Media hora después, Humberto I se limpiaba la boca, complacido. No sólo se había acabado el plato, sino que había exigido repetir, preguntando el nombre de la comida. Sonriendo, Raffaele miró de reojo a la reina saboyana que devoraba los restos, y le vino a la mente el nombre con el que en aquel lugar llamaban a la bella esposa del rey.


“Chiles en nogada”, bautizó a su histórica creación.


“Pizza Margherita”, bautizó a su histórica creación.

¡Bienvenidos pasajeros! La historia de hoy no tiene una reflexión muy profunda, sólo quise recrear una coincidencia histórica que me parece en lo particular muy graciosa. Hace muchos años, más o menos al mismo tiempo, descubrí la existencia de dos platillos que, según leyendas no comprobadas, fueron creados para honrar las banderas de dos países incipientes, México e Italia, que curiosamente poseen los mismos colores (aunque no tenían ni el orden ni la forma actuales). Puede que las historias sean ciertas, lo más probable es que no, pero hay un cierto encanto en como se crean mitos alrededor de la comida, que son usados para fomentar la unidad nacional y crear temas de conversación en la mesa.



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Hasta el próximo encuentro...


Navegante del Clío

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