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Un juicio de primogenitura

Pasados veinte años de su exilio auto impuesto, Jacob regresó a casa de su padre para enfrentar la ira de su hermano. Habiéndose serenado con los años, Esaú lo recibió con los brazos abiertos, aceptando que lo hecho, hecho estaba; pero su orgullo herido demandó que se decidiera por fin si había justicia en sus reclamos, o la amenaza de matar a su hermano había sido un pecado sin causa.


Sólo cuatro testigos fueron llamados, pues tan sólo ellos tenían conocimiento del supuesto agravio. Como correspondía al padre de familia, el anciano ciego, Isaac, descendió de la camilla en la que lo habían cargado para hablar primero. Después fue el turno del hermano acusado, inculpado por el otro, quien tomó la palabra en tercer lugar. Fue la madre de ambos, única testigo de los hechos, quien cerró las declaraciones.


La historia según Isaac:


Siempre amé más a Esaú, mi hijo mayor, pues desde niño fue diestro para la caza y de él obtenía mi sustento. Aun así, si Jacob hubiera salido primero del vientre de su madre, sería él quien hubiera recibido la bendición del primogénito sin necesidad de embuste alguno. Como puede ver, mis ojos son inservibles, y lo eran ya incluso en aquellos tiempos. Aunque he logrado vivir más años de los que me correspondían, el día que me hace recordar sentí la muerte cerca, por lo que llamé a mi hijo mayor.


"Ve al monte a cazar, mi vástago, y prepara un guiso con lo que traigas. Después te daré mi bendición".


Lo siguiente que supe es que pasos se acercaron a mí, y manos llevaron a mi boca deliciosa comida. Una voz, que me dijo se llamaba Esaú, se arrodilló ante mí para pedir la bendición del primogénito, y tras palpar sus brazos velludos, con la certeza que se trataba de mi hijo mayor, toque su frente y lo bendije.


Sólo después me enteré que era Jacob, al que creía lampiño, el que estaba frente a mí, pero la ley es clara. Una bendición no se puede retirar, y Esaú había perdido la primogenitura. No sé como pasó, así que niego culpa alguna en este incidente, pues nadie podría esperar que dudara de la palabra de mi hijo.


La historia según Jacob:


Antes de lo que nuestro padre ha contado, mi hermano y yo hicimos un trato justo. Era uno de los muchos días que se había ido a cazar, y yo estaba al borde del camino guisando unas lentejas. ¿Se me debe culpar de tener buen sazón? Cuando llegó Esaú de su expedición, se le antojó mi plato y me ofreció lo que quisiera a cambio de ellas.


Habíamos crecido con lo mismo, y sólo tenía una cosa que yo pudiera desear, sus derechos de primogenitura; y así se lo dije. Nadie lo obligaba a aceptarlo, pero él, exagerado como era siempre de niños, me dijo:


"Si no como me muero, y de que me serviría entonces ser mayor. ¡Te juro que la primogenitura será tuya a cambio de ese plato de lentejas!"


Reconozco que engañé a mi padre, vistiéndome con la ropa de mi hermano y cubriéndome de vello de cabrito para que pareciera tan peludo como él, y es algo que no me enorgullece, pero el trato que había hecho con Esaú era válido y temía que mi padre, que siempre lo favoreció, se negara a aceptarlo y él aprovechara para echarse para atrás en su palabra. Además, es mentira que no dudara de la palabra de su hijo, pues cuestionó como el cazador había regresado tan rápido y reconoció en mi voz la de Jacob, pero era tanto su orgullo que desechó esas dudas, creyendo que nadie se atrevería a engañarlo. Tal vez se quería deshacer pronto de su bendición, sintiendo próxima la muerte, por lo que en el fondo no le importaba quien la recibiera.


La historia según Esaú:


Por desgracia, no puedo negar que dije lo que mi hermano afirma, pero ¿acaso debo estar obligado a cumplir lo que dije cuando era niño, llevando días sin probar bocado alguno, a punto de desfallecer? Jacob fue el más amado por nuestra madre, pero no podía soportar que yo recibiera más atención de padre, lo quería todo. ¿Por qué otra razón prepararía lentejas al borde del camino y no en nuestra casa, sino para tentarme, a sabiendas que regresaría con hambre? Fui manipulado para comprometer mi palabra en circunstancias donde mi necesidad era grande y no estaba en condiciones de percatarme de lo que decía. Jacob sabía que ese trato había sido extraído a la fuerza y ninguna ley lo reconocería ¿o por qué otro motivo no habló con nuestro padre directamente en lugar de esperar a que me fuera de cacería para recurrir a artimañas? Quiero a mi hermano, y ahora comprendo que mis amenazas fueron un arrebato desproporcionado, pero no se me debe juzgar con tanta dureza pues estaba dispuesto a asumir mi papel de primogénito y procurarlo, pagándole sus lentejas de forma equitativa, pues creía que ese acuerdo de nuestra infancia no había sido más que un juego. Ahora pregunto ¿Cómo debía reaccionar si después de semanas fuera, cumpliendo los deseos de mi padre, regreso justo para verlo bendiciendo a un hermano cubierto de pelo de animal, vestido con mis ropas y perfumes, ocupando mi lugar?


La historia según Rebeca:


Me parte el corazón escuchar a Esaú decir que quiero más a Jacob, sobre todo porque es cierto; pero sólo porque ese dulce niño me necesitaba después de que Isaac dedicó toda su atención al mayor de mis hijos.


También me duele oír como se acusan mutuamente, cuando si a alguien deben juzgar es a su propia madre. Por que lo que Jacob en su bondad omitió confesar, y que Esaú ignora, es que fui yo quien cubrió con piel de cabrito sus brazos, quien preparó el guiso mientras su hermano estaba de caza y quien urdió el plan para que recibiera la bendición de mi ciego esposo. Jacob tenía miedo de engañar a su padre, pero fui yo quien reafirmó la validez del trato que habían hecho de niños y le confirmé que actuaba únicamente para garantizar lo que ya había conseguido.


Pero si ahora me mira con desprecio, y afirma que soy mala madre, debe saber que yo amo a mis dos hijos, y que sólo actúe de esta manera porque así me lo instruyó Dios en una visión, cuando apenas los cargaba en mi vientre. Los bebés peleaban en mi interior, y fue la voz divina quien me explicó que serían los padres de pueblos rivales, y que sólo habría paz si el mayor servía al mayor.


Cuando Esaú nació berreando, y Jacob le siguió aferrado al tobillo de su hermano, comprendí que era lo que tenía que hacer, pues la única manera en la que un hijo mayor accedía a servir a su hermano sería si de alguna manera le cedía de propia voluntad la primogenitura. Cuando Jacob me contó del acuerdo al que habían llegado, fue el más feliz de mi vida, pues no tendría que engañar a nadie para que hubiera la paz entre mis hijos; pero después entendí con pesar que Isaac nunca lo aceptaría, tan aferrado a las formas como es, por lo que tramé la intriga que ya han descrito.


Por lo tanto, vengo aquí humilde para confesar que todo se ha desarrollado de acuerdo a la voluntad divina, suplicando que ninguno de mis hijos sean juzgados culpables, pues así estaba planeado desde el inicio.

¡Bienvenidos pasajeros! La historia que aquí recreo es uno de los pasajes fundacionales de la Biblia, adaptado del Génesis, y es como Jacob recibió la progenitura y se lanzó al camino que lo convertiría en padre de las doce tribus de Israel.


Siendo sincero, quizá por mi condición de hermano mayor, durante mi infancia estaba totalmente del lado de Esaú, y creía que Jacob y Rebeca le habían hecho trampa y privado de sus derechos, no fue hasta recientemente que comprendí la verdadera enseñanza del pasaje, el error de Esaú:


No hay placer en el corto plazo que valga el sacrificar un beneficio en el largo plazo, y quienes no lo valoran lo suficiente para defenderlo no merecen reclamarlo después.




Hasta el próximo encuentro...


Navegante del Clío

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