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Una fosa camino a Alfacar

Víznar, 18 de agosto de 1936. 4:45 de la mañana.


Lo habían arrestado menos de 48 horas antes. No importaba su nombre, no importaba que estaba en casa de falangistas de Granada, una denuncia de un miembro de la CEDA había bastado para sellar su destino. Era cierto, debía reconocer, que sentía simpatía por la izquierda y los desposeídos, pero nunca se había unido a ningún partido y no creía que la política fuera razón para distanciarse de amigos, amigos que ahora lo habían abandonado, traicionado o se encontraban impotentes ante la situación.


El poeta andaluz repasó esa madrugada sus triunfos y fracasos, pero sobre todo pensaba en España. Le había dado todo a su país, el mismo que lo había enjuiciado y condenado. ¿Habría aceptado la petición de los mexicanos y los colombianos de exiliarse de haber tenido entonces certeza de su destino? Quizá no, en el fondo, su corazón le decía que debía morir en su tierra.


La única pregunta que le quedaba era ¿por qué? ¿Ser republicano? Era un hombre feliz y contradictorio, en una misma declaración se había llamado anarquista y monárquico. ¿La izquierda política? No podía ser, pues el nunca había hecho activismo político ¿Su falta de fe? Lo habían criado en el catolicismo y en él moriría, sus captores lo sabían. ¿Era acaso que temían tanto al poder de su pluma, o la explicación era más sencilla, más absurda? Quizá nada de eso importaba, quizá para ellos se había condenado en el momento en que se había atrevido a amar a otro hombre.


Todavía no había amanecido cuando los despertaron a él y sus compañeros para llevarlos a un rincón olvidado. El poeta había tenido ocasión de hablar con ese variopinto trío: Dióscoro era un maestro, Francisco un anarquista, Joaquín un torero; todos unidos en la oscuridad y la desgracia.


Les vendaron los ojos, les ataron las manos y los pusieron de espaldas contra la pared. El poeta andaluz no dijo nada, solo se encomendó a su destino. No sabía que aun en la muerte se convertiría en el más famoso de la generación del 27, no sabía que su España estaría sumida en la oscuridad de la guerra y la dictadura por muchas décadas por venir, no sabía que sus restos no serían encontrados nunca, perdidos en una fosa común en el camino a Alfacar. Y tan absorta estaba su mente en la última fantasía, que cuando el capitán del pelotón gritó la orden de fuego, eso tampoco lo alcanzó a escuchar.




¡Bienvenidos pasajeros! Lo que acaban de leer en esta primera publicación de pasajes de la historia es una breve dramatización de los últimos minutos del poeta y dramaturgo Federico García Lorca, fusilado a los 38 años a principios de la Guerra Civil Española, famoso por obras como Bodas de Sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba; y son tres las reflexiones que deseo extraer de este pasaje.


En primer lugar, me parece que en la enseñanza de la historia se le presta tanta atención a otras terribles tragedias del siglo XX como las guerras mundiales que poca conciencia se hace sobre la Guerra Civil Española, donde murieron más de medio millón de personas y que tuvo como consecuencia la instauración de la dictadura de Franco que duraría hasta 1975. En conflictos como este se ve reflejada la maldad de algunos hombres, movidos a asesinar por rencores, ambiciones y razones tan arbitrarias que a veces parecen únicamente pretextos para matar.


En segundo lugar, quiero resaltar el papel del intelectual en tiempos de incertidumbre. Sobre todo hasta el siglo XX, los literatos, artistas, maestros y académicos tenían con sus obras una gran influencia en la población, particularmente entre los sectores de clase media. La tragedia de García Lorca es sólo uno de muchos ejemplos en los que el primer paso de la tiranía es censurar, subyugar, exiliar o ejecutar a todos los que se les puedan oponer con las palabras, incluso más peligrosas que las armas.


Pero finalmente, la breve mención a los compañeros de García Lorca en el paredón nos proporciona una última reflexión: esta historia se supo porque los falangistas asesinaron a un escritor desconocido, pero ¿Cuántas tragedias pasan desapercibidas todos los días porque las víctimas permanecen anónimas ante los ojos de la historia? ¿Cuántos futuros destruidos y creaciones que nunca nacieron están condenadas al olvido de una fosa común? Entre las incontables víctimas de la guerra ¿Cuántos Garcías Lorca perdió la humanidad antes de que ellos mismos se dieran cuenta de su talento?


Hasta el próximo encuentro...


Navegante del Clío

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