Una nueva mitología
- raulgr98
- 22 feb 2024
- 4 Min. de lectura
Cleveland, diciembre de 1937
— ¡Nos rechazaron! ¡Otra vez! Pensé que el trato con McClure se cerraría, pero no les interesa. Estamos a la merced de Wheeler.
Jerry no podía con la frustración. Cinco años llevaba concibiendo esa historia, reescribiéndola una y otra vez, en un afán de que a algún editor le interesara. De un villano con poderes mentales había pasado a un científico explorador del futuro, y entre tanto cambio sólo el nombre permanecía igual. A ese ritmo, nunca cumpliría su sueño de convertirse en escritor.
Desde la esquina del apartamento, Joe lo observaba en silencio. Amigos desde la preparatoria, el aspirante a dibujante había prestado sus diseños a las historias de su compañero, pero pocas de ellas habían prosperado. Los dos soñaban con triunfar en el medio editorial, pero las secuelas de la Depresión todavía se sentían, y había rumores de una nueva guerra en Europa. Ningún editor publicaría una tira cómica en esas circunstancias, y ¿a qué lector le interesaría la ciencia ficción, cuando pocos sentían que aún existía un futuro?
Varias veces, los dos amigos habían peleado por el futuro de aquel personaje en específico, y un desesperado Joe había llegado a quemar los primeros bocetos; además, los problemas se seguían acumulando. Tres años llevaban trabajando para National Allied Productions, pero hasta las historias de vaqueros que antaño hicieron grande a la compañía perdían popularidad, y llevaba meses al borde de la quiebra, pero es día, por primera vez, había señales de esperanza. Cuando Jerry se calmó, el dibujante habló:
—Wheeler está fuera del negocio; Donenfeld y Liebowitz lo expulsaron de la junta. Mandaron una carta desde Nueva York, se acabaron las series continuas, ahora sólo publicarán antologías cortas.
— Ya lo hemos intentado. Adventure Comics es para piratas y exploradores, Detective Comics para las historias de crimen y misterio. No hay lugar para Él en ninguna de los dos sellos.
— Abrirán uno nuevo. Action Comics, en abril. Quieren historias más tradicionales del bien y el mal, "vaqueros urbanos", creo que lo llamaron. Nos han preguntado si tenemos alguna idea.
— Pensaré en varias, pero no Él. Creo que ya es momento de enterrarlo.
Un mes después. Jerry estaba pegado al teléfono, con un curioso Joe tratando de espiar la conversación. Cuando por fin colgó, descubrió que no estaba hablando con un interlocutor, sino con dos.
—Un empleado de McClure llamó a Liebowitz, un tal Max Gaines. Leyó el borrador que su jefe nos rechazó, y quiere comprarnos la idea para venderla a NAP. Liebowitz cree que si logramos escribir trece hojas, podría entrar al primer número de Action Comics.
— ¿A cuanto?
— Ciento treinta*, diez por página. Pero no me importa cuanto sea, nunca tendremos otra oportunidad de verlo publicado. Gaines y Liebowitz quieren cambios, aún así. Nada de viajes en el tiempo, o científicos del futuro.
Emocionados por primera vez en meses, los dos amigos revisaron sus notas y comenzaron a escribir. Al ver una enciclopedia de mitología arrumbada en el escritorio, Jerry pensó en que podría acercarse un poco más a la fantasía: su héroe sería un dios entre humanos, que bajaría a la Tierra para vivir como uno de ellos. Como los semidioses de antaño, su conflicto estaría entre su parte humana (un tímido y enamorado periodista) y el hombre más poderoso del mundo. Pero sin querer renunciar de todo a la Ciencia Ficción, se negó a darle un origen sobrenatural: sería un alienígena, el único sobreviviente de un planeta moribundo. Escribió una historia sencilla, una vez explicado su origen, el héroe salvaría doncellas y expondría malvados, como en las historias de caballeros. "Un Hércules americano", pensó Jerry, y con el coloso en mente le dio a su héroe sólo dos poderes: una fuerza impresionante y el saltar grandes distancias.
Cuando Joe leyó los cambios de su amigo, entendió a la perfección lo que buscaba. Con los dedos cosquilleando, se dio cuenta que estaban a nada de diseñar una nueva mitología, una específica para las necesidades de este país. Para el traje, se inspiró en los luchadores de la televisión, pero lo vistió del rojo y el azul de la bandera. Necesitaba una acción que lo caracterizara en una sola imagen, y hojeó la vieja enciclopedia, abriéndola con una imagen de Hércules, con su capa de león ondeando al viento, combatiendo a un monstruo. Para emularlo, le agregó una larga capa, pero en lugar del monstruo lo dibujó encarando al ser más americano posible: un automóvil.
Orgulloso de su obra, pensó en agregarle un emblema, como en la heráldica de los caballeros en los que se inspiró su amigo al escribirlo, una sola letra que, aunque no lo sabían, cambiaría la Historia. Pero antes de dibujarla, debía asegurarse que el héroe que naciera conservara el nombre que había surgido tantos años atrás...
— ¿Sigue teniendo el mismo nombre? —preguntó Joe Schuester aquella mañana.
—Sí —le contestó Jerry Siegel— El hombre del mañana. ¡Superman!
*Poco menos de tres mil dólares actuales.
¡Bienvenidos pasajeros! En alguna ocasión dije que el teatro musical es la única aportación cultural única de los Estados Unidos al mundo. Esto se debe a que, por tener una historia mucho más reciente que otros países (el exterminio y segregación de los nativos americanos impidió que sus prácticas se consolidaran), y tener una composición social ecléctica, sus manifestaciones culturales son una mezcla o reapropiación de aportaciones de todo el mundo. Sin embargo, eso no les impidió que en pleno siglo XX, motivados quizá por el mismo deseo que movió a Tolkien por épocas similares, intentaran crear una mitología contemporánea propia de ellos, que se pudiera poner al mismo nivel que las europeas y orientales. Algunos puristas de la época clásica se reirán de esta comparación, pero Superman fue el primer superhéroe, y desde mi punto de vista el género que despertó, con todas sus complejidades y contradicciones, es lo más parecido que hemos tenido a un nuevo sistema mitológico desde finales del Romanticismo, y como argumento final, les comparto la imagen con la que cierra este relato, que se convertiría en la portada de toda la antología, y uno de los cuadros que posiblemente lo inspiró.
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío


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