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Warrior

¡Bienvenidos pasajeros! Las películas de deportes se encuentran entre las más populares del mundo, como demuestra la existencia de múltiples franquicias, y más de un premio Oscar a la Mejor Película. Por eso, siempre me parece un misterio cuando una de ellas fracasa, en particular si es buena. El día de hoy cubrimos una de esas cintas, redescubierta en la era digital, pero que considero una joya oculta del género.


Dirigida por Gavin O’Connor, quien coescribe el guion con Anthony Tambakis y Cliff Dorfman, la cinta de 2011 sigue a dos hermanos distanciados que se reencuentran cuando ambos se inscriben a un torneo de artes marciales mixtas. Protagonizada por Joel Edgerton (Brendan Conlon), Tom Hardy (Tommy Riordan), Nick Nolte (Paddy Conlon), Jennifer Morrison (Tess Conlon), Frank Grillo (Frank Campana), Maximiliano Hernández (Colt Boyd), Kurt Angle (Koba), Erik Apple (Mad Dog Grimes), Vanessa Martínez (Pilar Fernández) y Kevin Dunn (Joe Zito). Pese a su bajo presupuesto y buena recepción crítica, fue un fracaso en taquilla; aunque logró recibir una nominación a los premios Oscar (actor de reparto).


Lo que desde mi punto de vista eleva a esta cinta sobre cintas similares es que aprovecha la estructura clásica de la cinta deportiva (el peleador desconocido que entra a la competencia desafavorecido, pero se gana el apoyo del público, la premura familiar y económica, incluso el uso de locaciones como Filadelfia y Pittsburgh), pero con suficientes alteraciones para sobreponerse al cliché. Por ejemplo, aunque el clásico montaje de entrenamiento, aunque presente, está montado de tal forma que sea visualmente interesante, pero permanezca en el fondo, y no recibe tanto foco como en otras producciones.


La película tiene un ritmo bastante efectivo, pero se toma su tiempo para llegar al torneo, cuyas reglas y etapas son explicadas con mucha claridad. Una vez en la competencia, me parece que las siete peleas están muy bien dirigidas, con una coreografía que realza la caracterización y una angulación que se centra en la brutalidad de la acción, pero sin hacerla difusa; en la que el uso de luchadores reales en los papeles secundarios me pareció un gran acierto, pues ancla la producción con un toque de realismo.


Si bien la cinta posee una sana dosis de humor para aliviar la tensión (los segmentos que involucran al jefe y alumnos de Brendan son particularmente efectivas en ese aspecto), la historia es en esencia un drama que logra construir momentos emocionales muy poderosos. Celebro en particular la mesura mostrada por el guion al retrasar lo más posible el encuentro entre los dos protagonistas, lo que vuelve la única conversación que tienen, previo a la pelea final, la mejor escena de la cinta. Una exploración polifacética de las dinámicas familiares, cada espectador tendrá sus simpatías particulares, pero la película no toma partido y presenta con la misma importancia los argumentos a favor de uno y otro. Volviendo la narrativa aún más redonda, la incorporación del personaje del padre (en una excelente interpretación de Nick Nolte) no sólo desarrolla a ambos personajes, sino que ofrece una mirada compleja y humana al abuso producido por el alcoholismo, y si la redención es posible.


El trabajo de construcción de los dos personajes protagónicos me parece muy bien logrado, y tanto Hardy como Edgerton dan muy buenas interpretaciones, tanto en el compromiso físico como en la versatilidad dramática. De los dos competidores, es Brendan (Edgerton) con el que es más fácil empatizar al instante, dada su personalidad y trasfondo; pero desentrañar el trauma y motivaciones de Tommy (Hardy), un misterio revelado paulatinamente, constituye la principal fuente de intriga de la cinta. Las razones de ambos para entrar en el torneo son loables, y permiten introducir a la historia crítica social (sobre el trato del sistema norteamericano a maestros y militares, respectivamente, y lo elevado del costo de vida), lo que produce en el clímax un efecto muy extraño en el género del cine deportivo: predecir quién va a ser el ganador es casi imposible, pues se le dedicó el mismo grado de focalización a ambos competidores.


Warriors tenía todo para triunfar, y su fracaso me ha dejado francamente anonadado. Una más de las muchas pruebas que el éxito y la calidad no siempre están correlacionados. Si la película ha encontrado un público, es por la labor de quienes la que la descubren de recomendarla boca a boca; así fue como llegó a mí, que no es un género al que gravite naturalmente y hoy, pongo mi propio granito de arena con la confianza que esta buena historia logre hallar una nueva vida.




Hasta el próximo encuentro…


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